La creatividad se puede definir como la capacidad humana, que todos en mayor o menor medida poseemos, para generar ideas o conexiones imaginativas sobre un foco determinado. Estas ideas deben procurar ser originales y aportar algún tipo de valor. Esto último es especialmente importante en el terreno empresarial.
Innovar, por otro lado, es un proceso empresarial capaz de convertir una buena idea (o un conjunto de buenas ideas) en un producto, servicio, estrategia, etc. , que sea valorado exitosamente por un público determinado. Es decir, innovar es hacer que una buena idea aporte valor y se convierta en algo rentable.
Una buena política de innovación debe contemplar, efectivamente, cambios importantes en la redistribución de la gente. Imaginemos que una empresa no se cansa de decir que la innovación es muy importante pero al final la gente ve que se le paga por hacer las mismas cosas de siempre. No. Si queremos construir una empresa innovadora debemos vincular los resultados de innovación a las políticas retributivas. Ahora bien, estaríamos muy equivocados si pensamos que el dinero lo es todo. Esto es radicalmente falso. La gente necesita dinero, ciertamente, pero se mueve por pasión, por interés, por ganas de hacer cosas. La innovación necesita de mujeres y hombres apasionados, que quieran cambiar el mundo y que quieran hacer cosas de impacto. En definitiva, si conseguimos crear una mezcla entre los motivos (internos) y los incentivos (externos), habremos encontrado la fórmula mágica.
Hay organizaciones donde todavía se piensa que “a usted no le pago para pensar, sino para trabajar” o que “aquí las cosas se hacen así, si usted las quiere hacer de otra manera, la puerta es grande”. Son organizaciones empresariales contrarias a que nadie que venga de afuera (a veces ni de adentro) puede atreverse a mirar las cosas desde otra óptica y sugerir modificaciones o cambios generales de planteamiento. Empresas, en el fondo, que esconden un miedo terrible tras una débil fachada de seguridad en sí mismas.
Habido emprendedores que acaban siendo fatales empresarios, y empresarios que no tienen idea de qué es emprender, porque heredaron la empresa de generaciones anteriores y se lo encontraron, de alguna forma, todo hecho.
Normalmente, las compañías hablan de cinco o seis valores, no más. Por ejemplo: integridad, innovación, calidad, atención al cliente y eficacia. Frecuentemente, la lista de valores es más una declaración de intenciones que no un reflejo de lo que la empresa es.
El error que cometen muchas empresas con la misión, la visión y los valores es que los utilizan más como herramientas de marketing que como una carta de navegación.
Y es entonces cuando se producen estos desajustes entre los que somos y lo que decimos que somos.
¿Por qué queremos innovar?
Es la pregunta más importante y necesita respuestas sinceras y precisas. Puede haber muchas respuestas y estar relacionadas entre si. Esta es una pregunta que debe formular el equipo directivo y que, juntamente con las otras, puede ser motivo de reflexión durante un par de días fuera de la empresa. Entre los muchos motivos que pueden hacer que una empresa se decida a iniciar un camino de innovación podemos citar unos cuantos:
• Para hacer la empresa más competitiva.
• Para intentar conquistar el liderazgo del sector.
• Para mejorar productos o servicios, más innovadores.
• Para aumentar nuestra rentabilidad como negocio.
• Para aprovechar los cambios tecnológicos y las nuevas tendencias sociales.
• Para intentar crear cambios de fondo en el sector (reinventar el sector).
• Para estar mucho más cerca de nuestros clientes y aumentar radicalmente sus niveles de satisfacción.
Sin formación de calidad en estos temas, es imposible construir una organización innovadora. La gente necesita criterios, herramientas, metodologías, pero sobre todo necesita inspiración, ilusión, e ideas claras.
Una vez fijados los objetivos generales de innovación y constituidos los órganos de gestión pertinentes, es hora de empezar a hacer que la innovación sea una actividad colectiva, una tarea de todo el mundo. En este sentido es importante, en primer lugar, que la empresa tenga claro convencimiento de que solo a través de una formación de calidad será posible hacer llegar al máximo número de personas los contenidos, tanto racionales como emocionales, necesarios para empezar a engrasar la maquinaria de la creatividad y la innovación.
Es imprescindible deshacer algunos mitos, desgraciadamente muy arraigados por todas partes (no solo en el mundo empresarial). Estos mitos son:
• Mito 1: “Yo no soy creativo”. Totalmente falso. Cualquier persona es, por esencia, altamente creativa. Lo importante es disfrutar con lo que se hace y volver a descubrir las propias habilidades creativas. La formación puede ayudar a implementar este cambio de creencias.
• Mito 2: “la creatividad es inspiración”. No e cierto. La inspiración es el resultado de horas y horas de trabajo. No hay “eureka” sin trabajo previo. No puede encenderse la bombilla sin haber pasado horas y horas dando vueltas a un asunto.
• Mito 3: “la creatividad requiere de aislamiento”. Algunas personas piensan mejor si se apartan del resto. Pero la mayoría prefiere trabajar en equipo. De hecho, es en el seno de los equipos creativos donde se puede producir las ideas más brillantes. El equipo multiplica por dos o por tres los resultados creativos individuales.
• Mito 4: “los jefes saben más de innovación que Yo”. Cualquier persona puede ofrecer ideas, independientemente de su nivel intelectual o jerárquico. A veces la inteligencia juega en contra de la creatividad. Para poder ser creativo es importante pensar de forma ingenua, creyendo que todo es posible. Ahora mismo hay maquinillas de afeitar de cinco hojas. ¿podría haber de trecientos en el futuro? ¿por qué no?.
• Mito 5: “todo esta inventado”. Este es el mito más peligroso de todos. Si pensamos así, las posibilidades de encontrar cosas nuevas son nulas. Siempre hay espacio para crear e innovar, incluso en los terrenos más explorados. Siempre es posible un cambio de paradigma que haga que seamos capaces de dar un salto hacia adelante. ¿Quién pensaba hace unos años que un día habría reproductores de MP3? Todo el mundo pensaba en como mejorar los CD, pero casi nadie pensó que seria posible acumular miles y miles de canciones en un pequeño aparato.
Innovar es imprescindible.
Durante los últimos años ha habido actitudes innovadoras en forma de ideas, experiencias, herramientas, personas y organizaciones. Hay ciento de ellas. Pequeñas, grandes, en todos los sectores. Hay miles de personas dispuestas a darle la vuelta a las cosas, a repensar industrias, a crear nuevos productos y servicios, a redimir formas de organizarse, a inventar nuevos modelos de negocio. Hay personas inyectadas de la voluntad de riesgo, dispuestas a trabajar “días de 25 horas”, preparadas para arruinarse y para, sin embargo volver a empezar.
Para innovar la ilusión es el ingrediente más importante, porque sin optimismo, ilusión, y visión positiva de las cosas es muy difícil anticiparse al futuro. Las personas negativas, que están convencidas de que todo es complicado y difícil, acaban siendo víctimas de su estructura mental. Para innovar debe creerse que las cosas pueden ser posibles, aunque no sea fácil lograrlo.
Una de las claves del éxito de Toyota es sin duda su habilidad para conseguir que miles y miles de empleados tengan la capacidad de pensar mientras trabajan, y puedan de esta manera mejorar constantemente lo que hacen (Kaisen) y resolver problemas a todos los niveles. No es raro que, en el transcurso de un año, los directivos de Toyota reciban más de medio millón de ideas procedentes de sus empleados.
Las personas no nos movemos solo por dinero. Estas es una mentira extraordinaria que nos han hecho creer. Las personas necesitamos el dinero, es cierto. Una cantidad importante de dinero (en forma de salario y/o de compensación extrasalariales) nos permite llevar una vida digna y nos ayuda a tener más estabilidad y a ser un poquito más felices. Pero los últimos estudios rigurosos sobre felicidad ponen de manifiesto que pasado este umbral, una mayor acumulación de dinero no garantiza en absoluto más felicidad. De hecho, recientes estudios demuestran que las empresas que basan su política de innovación solo en recompensas económicas pueden ver decrecer el número de ideas y de propuestas creativas.
Las personas nos movemos por pasión, por hacer las cosas que nos gustan, poner misterios al descubierto, trabajar en proyectos ambiciosos, hacer cosas que hagan cambiar el mundo. Este es uno de los secretos de Google: sus empleados saben que, cada día, el mundo es un poco mejor gracias a sus aportaciones innovadoras. No hay nada como abrir los ojos en la mañana y pensar que tenemos a nuestro alcance un proyecto ilusionante. Si además nos pagan, ¡excelente!.
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