Mike Stevens es un consultor de marketing y ayuda a impresoras de Fargo. Dakota del Norte. En esta anécdota personal, nos cuenta cómo su padre lo rescató de su falta de preparación al crear un negocio y juntos montaron un negocio con encanto. Su lección es: si todos tus preparativos fallan (o no has hecho ninguno), siempre estará tu familia.
En 1983 a los pocos días de haber adquirido mi pequeño taller de imprenta, me di cuenta de que no tenia ni idea de lo que estaba haciendo. Tenia un titulo en ciencias empresariales, pero pronto fui consciente de que mi diploma me servía de bien poco en esa aventura. Al segundo día de abrir, una fuerte tormenta de nieve azotó nuestra ciudad. Fargo, en Dakota del Norte, y básicamente quedó todo cerrado.
No tenia dinero en efectivo y necesitaba abrir porque dependía de las ventas diarias para poder pagar mi primera nómina en pocos días. De alguna manera me las apañe para llegar al taller, con la idea de acabar algunos de los encargos que tenia a medias y así poder facturarlos y obtener un poco de liquidez, pero no tardé en darme cuenta de que no sabia cómo funcionaba ninguna de las maquinas que tenia.
La alegría y la emoción de tener mi propio negocio se estaban desvaneciendo a toda velocidad. Me sentía desesperado e hice lo único que me ocurrió: llamé a mi padre, un jubilado del sector de la industria automotriz residente en Florida. Le dije: “ Papá, estoy totalmente perdido. No sé que hacer ni por dónde empezar¨. Sin pensarlo dos veces, me dijo que no me preocupara que estaría ahí en cuarenta y ocho horas. Cogió el coche y condujo los casi 2.500 kilómetros que nos separaban – prácticamente sin parar – hasta llegar a Fargo.
Cuando llego lo primero que hizo fue abrazarme y ponerme un brazo sobre el hombro (algo que había hecho nunca). Jamás olvidaré la forma en que miro a los ojos y me dijo: “todo ira bien, Mike. Lo resolveremos juntos, un problema tras otro”. A la mañana siguiente, cuando llegué al taller a las cinco de la mañana mi padre ya estaba allí. Lo había organizado y limpiado todo y me tenia el desayuno preparado. Sentí que mis temores empezaban a desvanecerse y, pronto, las cosas mejoraron. Todo el mundo adoraba a mi padre: en especial, los clientes. Se convirtió en la persona que atendía el mostrador, en mi director de producción, en mi mensajero y en mi principal fuente de inspiración. A veces parecía como si lo hiciera todo él y yo me llevara todo el mérito. Pero él quería que así fuera. Se convirtió en mi arma secreta…, y acabo quedándose a mi lado durante veintitrés años. Durante todos esos años trabajamos juntos. Nos reímos juntos y juntos aprendimos sobre el negocio de la imprenta. Al final, mi pequeño taller tuvo un gran éxito y obtuvo muchos premios de la industria. Pero jamás olvidé que mi éxito se había levantado sobre los hombros de un padre cariñoso que no quiso ver fracasar a su hijo. Siempre estuvo ahí para ayudarme, pasara lo que pasase. Yo obtuve mi diploma en la universidad pero fue mi padre, trabajador del sector automotriz, quien me enseño a llevar un negocio.
Finalmente se jubiló a la edad de setenta y siete años. Murió de manera inesperada al cabo de dieciséis días, en nuestra casita familiar del lago, que visitaba de regreso a Florida.
En muchos sentidos, no me sorprende. Es probable que lo tuviera todo planeado. Después de todo, al final había cumplido su misión.
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